testimonios + 2010 Octubre 4 - NACIMIENTO Y DESARROLLO DE UN MOVIMIENTO AUTOGESTIONADO POR LOS JÓVENES DE LA CALLE

 

El “Movimiento de Jóvenes de la Calle” de Guatemala, fue fundado en 1995 en una asamblea que contaba alrededor de ochenta muchachas y muchachos que representaban los principales grupos de la calle de la capital.

Este movimiento es el fruto de un encuentro donde se cruzan muchas historias, la de las muchachas y muchachos que vivían en la calle, y la mía; y, más tarde, la de muchas amigas y amigos de Italia, Bélgica, Guatemala y otros países.

 

Leo mi vida como una preparación a este encuentro. Mis padres amaban y respetaban a sus hijos, su libertad y nos  daban el ejemplo en la búsqueda de la justicia social. Eran convencidos antinazi, mi hicieron participar en la lucha contra los invasores. En la escuela secondaria los docentes nos trataban con amistad y respeto y nos proponían ideales de vida al servicio de los otros, así como los grupos de scouts que frecuenté.

 

Después de mi adolescencia, muchas otras experiencias me formaron: estudios de pedagogía y psicología; amistad con colegas de la Universidad Salesiana comprometidos en una renovación de la Iglesia; enseñanza  en la facultad de pedagogía, viva, abierta a ideas nuevas y a la investigación.

 

Un cambio importante pasó en el ’66, cuando encontré los habitantes del barrio marginal de Prato Rotondo (Roma) donde trabajé junto a cristianos y comunistas de base y numerosos estudiantes, en organizar los habitantes por la defensa de sus derechos a la escuela y a la casa, logrando obtener para todas las familias, después de años de lucha,  un departamento a la Magliana.

Eran los años de los movimientos de contestación que transformaban la universidad, el mundo obrero y la misma Iglesia. Ahí participé contribuyendo, entre otras cosas, a la fundación de las Comunidades de Base. En la Magliana, fundamos el “Centro de Cultura Proletaria”, con el post-escuela, la escuela de verano y nocturna, organizando debite sobre grandes temas de actualidad y participando a las luchas contra la especulación edil.

 

En 1975, empecé la enseñanza de psicología en la Universidad La Sapienza, desarrollando una psicología orgánica a las luchas de los jóvenes, invitando a la cátedra, gitanos, “handicapados” gays y lesbianas, emigrados, muchachas de la calle, jóvenes sandinistas y, sobre todo, las y los mismos estudiantes.

 

En los años ochenta, empecé a colaborar con la “Juventud Obrera Cristiana”, organización mundial de jóvenes trabajadores, dirigida por ellos mismos, que analizaba la condición de los jóvenes y luchaba por cambiarla, dando un lugar importante a la amistad en la formación de sus militantes. En los mismos años conocí y apoyé la revolución sandinista en Nicaragua, revolución hecha por los jóvenes que se volvieron protagonistas de profundos cambios sociales.

 

Finalmente, en el 1993, el encuentro con las muchachas y muchachos de la calle de Guatemala. No llegué solo a esta cita, si no virtualmente, junto a muchos amigos de las comunidades y asociaciones de base, de la solidaridad internacional y muchos estudiantes que formaron “Amistrada”, asociación de solidaridad en Italia y Bélgica. Sin ellos, no habría podido desarrollarse el Movimiento de los jóvenes de la calle. En Guatemala fue fácil encontrar, en el mismo mundo alternativo de las comunidades de base y de la solidaridad, las personas que nos han ayudado.

 

Hasta ese momento conocía los jóvenes de la calle sólo a través de publicaciones y reportajes que los representaban sobre todo como víctimas de la miseria y de la violencia en familias desagregadas. Con una profunda maravilla, renovada en cada diálogo, descubrí jóvenes inteligentes, vivaces, con una gran sensibilidad y sentido de amistad, capaces de buscar una alternativa a la violencia   que los golpeaba en las familias y  barrios marginales. Intuí inmediatamente que se podía realizar con ellos, el sueño de una comunidad autogestionada de amigas y amigos, capaz de contribuir a un cambio de la sociedad. Los jóvenes de la calle no buscan una solución individual a sus problemas, sino se unen en grupos sin jefes reconocidos. Quieren por esto una sociedad igualitaria donde sean respetados en su individualidad. Son rebeldes, particularmente las muchachas que viven las calles y plazas, lugares tradicionales de los hombres, y rechazan abusos y violencias de padrastros y policías, poniendo en discusión las instituciones tradicionales del poder machista, la familia y el Estado. Estos jóvenes no tienen nada, no buscan enriquecerse. Para ellos, lo importante es la relación con los otros. Este desinterés por los bienes materiales es el opuesto de la sociedad de hoy, donde muchos piensan sólo al dinero y a conquistar el poder sobre los otros. En el grupo hay solidaridad aún si no faltan a veces las divisiones y violencias.

 

Pero esta rebelión de las muchachas y muchachos de la calle es ineficaz. Los lleva a la autoexclusión y a la evasión en las drogas.

Nuestra tarea era de ayudar estos jóvenes a transformar su rebelión estéril en una fuerza constructiva de cambio social. Para alcanzar este objetivo, era necesaria una verdadera amistad, el respeto de sus valores profundos, una confianza incondicionada en ellos. El Movimiento, nacido de un encuentro de amistad en la calle, no proyectado en oficinas especializadas, se desarrolló respondiendo vez a vez a las necesidades emergentes de los jóvenes de la calle, a su evolución y a los cambios sociales. El trabajo de calle llevó a la organización de un grupo autogestionado de ayuda mutua de muchachas salidas de la calle. Pronto surgió la necesidad de organizar una escuela y talleres de inicio al trabajo. Luego nacieron Las Mariposas, grupo de hijas e hijos de las muchachas salidas de la calle. Los jóvenes pidieron seguidamente de abrir casas comunitarias que fueran refugio y espacio de preparación   a la vida independiente. Se manifestó después el deseo de un apoyo psicológico, sanitario y jurídico. Actualmente estamos creando una empresa solidaria que venderá sus productos elaborados en nuestros talleres de costura, panadería-pastelería, cocina y carpintería, para dar al mayor número de jóvenes, el trabajo decente que la sociedad les rechaza. A nivel operativo, los jóvenes tienen la dirección de su Movimiento y son ayudados por adultos especializados. Nuestro método educativo se basa en la amistad liberadora y está en continua evolución.

 

Nuestra experiencia es frágil y precaria así como es frágil y precaria la existencia en la calle. Nuestros objetivos utópicos necesitan un esfuerzo cotidiano. Es difícil ir contra-corriente en esta sociedad globalizada que exalta sólo el poder y el dinero. Somos uno de los muchos grupos que piensan que un mundo distinto es posible y hacen parte del movimiento alternativo que construye faticosamente un proyecto de vida fundado en la amistad entre las personas y los pueblos.

 

Gérard Lutte