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Van al centro de la ciudad, ahí encuentran luces, negocios, animación.

Viven en bandas, cada una de ellas tiene su propio territorio, a menudo en una plaza o un parque, a veces solo una acera donde se encuentran en la noche para dormir juntos compartiendo el calor y la amistad, protección contra el frio de la noche y un mundo enemigo.

La mayor parte vive en pareja y, alrededor de los quince años, muchas muchachas se vuelven madres y a menudo crecen los hijos en la calle.

Los jóvenes son la mayoría en Guatemala, los niños son preciosos, queridos o no, cuando llegan, sus madres, sus padres, les dan lo mejor, ofrecen tesoros de paciencia y amor en circunstancias que permanecen siempre precarias.

La calle es difícil de vivir, pero tiene sus alegrías, sus momentos de proximidad y de intimidad, sus expresiones, su convivir. Y representa siempre una victoria sobre la resignación, sobre el no-sentido, sobre la droga, la violencia, la prostitución.